PRIMERO PUTAS, DESPUÉS LIBRES

“Y de pronto me vi a mí misma; redescubriendo esa palabra que tanto miedo me daba, y por fin entendí que ser una PUTA es simplemente otra manera de referirse a las mujeres que hacen uso de su cuerpo libremente”.

Collage por Paola Carolina

Recuerdo haber descubierto mi clítoris sin saberlo y que mi mamá me regañaba cuando me encontraba masturbándome. Al parecer sentir rico estaba mal y nunca pregunté por qué. 

Como cualquier niña católica de provincia no fue hasta 5to de primaria que tomé mi primer curso de educación sexual. La realidad es que esos cursos lejos de educar lo único que te explican es el falso concepto de la virginidad. 

La anatomía del cuerpo humano, la menstruación y los aparatos reproductivos pasaron casi desapercibidos y cuando vino el momento de hablar de sexo entre risas nerviosas nos “explicaron” lo que pasaba poniendo especial enfoque en la abstinencia y la importancia de permanecer vírgenes hasta el matrimonio. 

Conozco varias metáforas en donde la virginidad es comparada con una flor, con una almohada, con una hoja de papel o la que me dijeron a mí: que es como una joya cara que debe estar bajo llave y escondida para que nadie la toque hasta que llegue el matrimonio y junto con él, el indicado: THE ONE. 

¿Entonces qué les pasaba a las otras joyas que estaban en el aparador y que podían ser tocadas por todos? Terminaban usadas, aplastadas, sucias, incluso hasta rotas. 

De ahí a la prepa, creces con el miedo de convertirte en una puta y en mi caso opté por creerme todo eso. Yo no quería ser una más del montón y por alguna razón me gustaba sentirme mejor que las demás; con el derecho de juzgar a las que hicieran lo contrario.

Collage por Paola Carolina

Con la llegada de la calentura adolescente fue inevitable y lo de convertirme en puta sucedió. Los actos impuros se convirtieron en mis pecados más confesados. Atrapada entre sentirme bien pero después sentirme demasiado mal. Auto flagelos construidos desde la dicotomía virgen/puta. 

Y es que si partimos de que somos una sociedad culturalmente católica, nos encontramos con que en un extremo está la virgen y en el otro la puta.

Discriminada en el confesionario, fui juzgada por “Dios en la tierra” por el simple hecho de ser mujer y disfrutar de mi propio placer. 

Mi cuerpo no solo era una tentación para los hombres sino también un delito. Pues aparte de usarlo para provocar,  automáticamente era culpable de todo lo que le pasara y lo que otros le pudieran hacer. Y es así como pierdes el control antes de tenerlo.

’’¡Maldito mi nombre, mi rango, mi fortuna! ¡Maldición, especialmente por mi sexo’’. Limitadas a todo desde que nacemos. 

Sentenciada por mis curvas, empecé a tener/querer la atención de los hombres pensando que era lo único que podía llegar a ofrecerles. Al no ser delgada creí que debía sentirme agradecida y afortunada cuando alguien más me deseara. 

Terminé por ignorar mis propios anhelos de amor y vínculos románticos, para reemplazarlas por deseo ajeno y fugaz. Entonces me convertí en su puta pero sin consentimiento propio.

Así pasé mis veintitantos; y aunque no niego pasar momentos increíbles de placer, casi todos eran bajo la condición de estar con alguien más. 

Con el tiempo ser su puta se volvió cansado y con una pandemia de por medio no tuve de otra más que aprender a estar conmigo. 

Pregunta seria: ¿Seguimos siendo putas cuando estamos solas? O solo es cuando estamos con alguien más? 

Y de pronto me vi a mí misma;  redescubriendo esa palabra que tanto miedo me daba, y por fin entendí que ser una P U T A  es simplemente otra manera de referirse a las mujeres que hacen uso de su cuerpo libremente.

Entonces sí, he decidido seguir siendo una puta pero libre.

Libre para existir

Libre para estar conmigo

Libre para disfrutar

Libre para quererme

Libre para sentir

Libre para decidir

Libre para conectar

Libre para estar con quien yo quiera 

Libre para amar.

Anterior
Anterior

PATRIARCADO JUDEO-CRISTIANO

Siguiente
Siguiente

ESCUELAS CATÓLICAS