La dialógica: Discutiendo se entiende la gente

Me cuestan trabajo las discusiones. En particular cuando me enfrento a posturas que, a veces titubeantes y a veces con descaro, se revelan sexistas, racistas o clasistas. En esas situaciones fácilmente pierdo la cabeza. Son momentos muy intensos, que me llegan a doler y confundir, pues a menudo involucran a personas cercanas.

Casi siempre hago un intento o dos de persuadir a mi oponente con datos relevantes, asumiendo que el desacuerdo no es más que la simple falta de información. Dada dicha ingenuidad he caído en desilusión una y otra vez. Y mis reacciones han sido múltiples, he gritado, he llorado, he callado, he azotado puertas, he escrito mails, he terminado amistades, me he resignado. 

Cómo quisiera tener siempre a la mano las mejores infografías, memes y estadísticas actuales. Lamentablemente no es el caso. Al contrario, por alterarme tanto, no recuerdo datos precisos, me paralizo, pierdo el hilo y mi boca tartamudea frases confusas. 

Es hasta un tiempo después que mi cabeza se enfría y empieza a desmenuzar el revoltijo de mi enfrentamiento. ¿Qué pasó ahí? ¿Qué significa? 

En este texto quiero delinear algunas herramientas que me enseñó el estudio de la lógica formal y que me han sido útiles para analizar mis confrontaciones.


¿Quién tiene la razón?

Un argumento busca justificar o verificar una declaración, y siempre consiste en dos cosas: Las premisas, es decir cualquier información de la cual partimos como verdadera, y la conclusión que resulta de ellas. Un ejemplo fácil: 

Argumento x

Premisa 1: Las mujeres son seres humanos.

Premisa 2: No debes de matar a ningún ser humano.

Conclusión: No debes de matar a ninguna mujer.

Ahora, en la lógica formal, para que un argumento sea sólido tenemos que asegurar dos cosas:

  1. Son verdaderas las premisas? 

  2. La conclusión es una consecuencia lógica de las premisas?

Estas dos preguntas nos permiten revisar cualquier discurso, incluyendo nuestro propio.

1 - ¿De qué estamos partiendo?

Primero, hay que revisar nuestras premisas. Aquí hay de dos. O la premisa describe un hecho, o describe una opinión.

El primer caso, pues es fácil. Seamos sinceras, la información está ahí afuera y está accesible para quien quiera encontrarla. Con tan solo unos clicks en el milagroso universo del internet, un poquito de sentido común para verificar fuentes y ya está. Regresando al Argumento X, la premisa 1, que las mujeres son seres humanos, es un hecho fácilmente verificable con cualquier fuente científica.

El segundo caso, cuando la premisa es una opinión, se complica más. La premisa 2 del Argumento X consta “No se debe de matar a ningún ser humano”. Esta es una frase normativa, que nos dice lo que NO debemos de hacer. Tiene carácter moral y es más difícil de verificar. Sí, hay unas guías filosóficas para esto, pero será para otro texto. Las premisas de opinión descubren la diferencia raíz de nuestras posturas. Si mi oponente cree que hay ciertos casos en los que está bien matar a una persona y yo no, ya es más claro por qué no nos estábamos entendiendo. 

Finalmente, para que el argumento funcione, todas las premisas deben de ser o verificadas (hechos) o consensuadas (opiniones).

2 - ¿Nos estamos brincando algo? 

Después hay que revisar si la conclusión del argumento realmente es el resultado lógico de las premisas. Aquí recomiendo estar al pendiente de dos faltas comunes: Errores de razonamiento y técnicas de desviación.

  1. Error de razonamiento

Argumento Y

Premisa 1: Las acusaciones falsas son malas.

Premisa 2: El movimiento #Metoo contiene acusaciones falsas.

Conclusión: El movimiento #Metoo es malo.

Aquí hay un problema de razonamiento. Las dos premisas no llevan a tal conclusión. Para que resulten en ella, le faltaría al argumento una premisa poco trivial:

Premisa 3: Todos los movimientos que contienen cualquier cantidad de acciones malas son, en su totalidad, malos. 

Agregando esta premisa se corrige el argumento. Y se revela también, que para sostenerlo, nuestre contrincante tendría que estar de acuerdo con que no se tolera ninguna acción dañina para que un movimiento social sea bueno. Siendo consistentes con eso, no habría movimiento social en la historia de la humanidad que se podría considerar bueno.

  1. Técnicas de desviación u omisión 

La incompletitud del Argumento Y también devela una de las técnicas más usadas en este tipo de discursos: Dirigir la discusión sobre algún punto específico y prescindir, estratégicamente, de información esencial.

Porque una versión más completa del Argumento Y podría ser :

Premisa 1: Las acusaciones falsas son malas.

Premisa 2: Las acusaciones fundamentadas son relevantes e importantes. 

Premisa 3: El movimiento #Metoo contiene menos del 10% de acusaciones falsas y más del 90% de acusaciones fundamentadas.

Conclusión: Menos del 10% de las acusaciones del movimiento #Metoo son falsas y malas, más del 90% son fundamentadas, relevantes e importantes.

La pregunta evidente que surge después de completar el argumento es: Por qué razón sería más importante resaltar el < 10% y omitir el > 90% de esta manera? 

Otro clásico de las técnicas de desviación es esquivar la raíz del problema: 

Argumento  Z

Premisa 1: Las feministas declaran a las mujeres como víctimas principales de la violencia en México.

Premisa 2: Más hombres que mujeres son asesinados cada día en México.

Conclusión: Las verdaderas víctimas de la violencia en México son los hombres.

Aunque se puede intervenir este argumento de varias maneras, me quiero enfocar en una premisa encubierta, que se oculta tras muchos argumentos de este tipo:

Premisa 3: No hay ninguna necesidad de examinar la violencia en México con una      perspectiva de género. 

Es fundamental desenmascarar esta premisa porque sin ella muchos argumentos incompletos pudieran parecer sólidos. Una vez sabiendo que esta premisa es parte del discurso oponente, nos permite refutarla y diferenciar claramente a la violencia motivada por cuestiones de género:

Un homicidio consiste en asesinar a una persona. Un feminicidio consiste en asesinar a una mujer por ser mujer, es decir en un mismo escenario, el asesinato no se llevaría acabo si la víctima no fuera mujer. Estamos hablando de violencia ejercida sobre personas de un género por no cumplir con el rol que les asignó la sociedad, por vestirse como no se deben de vestir, por hablar cuando o con quien no deben de hablar, por no obedecer las reglas que se les impuso como mujeres.

Cabe mencionar que la cuestión de género también cobra importancia cuando nos preguntamos, ¿quiénes son las personas que ejecutan la mayoría de homicidios y feminicidios en México? En los dos casos, el género es masculino. 

Es inevitable ver que el género es un indicador que tenemos que tomar en cuenta cuando hablamos de violencia en este país, tanto cuando se trata de las víctimas como cuando hablamos de los agresores y los motores de violencia. Y cuando lo hacemos, podemos ver que las principales víctimas de la violencia de género, efectivamente son mujeres y otras personas que no cuentan con un lugar en la heteronorma masculina.

¿Y ahora qué?

En ese mismo sentido, podríamos irnos cada vez más lejos y formular premisas y conclusiones sobre cómo llegamos a ser una sociedad que construyó, y sostiene, un sistema que divide a su gente en dos géneros y les atribuye roles que resultan en dinámicas de poder y violencia hacia todos lados.

Nos toca cuestionar fuentes y motivaciones, corregir información y escuchar. Y si nada de esto sirve, no tengamos miedo de ponerle límites a nuestras relaciones. O de recurrir a terapias, con el fin de aflojar estructuras rígidas que se han consolidado en nuestras mentes y nuestros cuerpos durante años, para así abandonar nuestro modo default, desaprender y empatizar.

En fin, yo creo que las discusiones pueden ser muy fructíferas cuando los participantes comparten un deseo por empatizar con el otro, descubrir verdades y encontrar soluciones. Lo cual requiere de la habilidad de reconocer errores y cambiar de postura. Dos virtudes que tristemente se llegan a considerar indicios de debilidad, cuando en mi opinión, son todo lo contrario.

A quienes estén dispuestos a nutrir sus capacidades de análisis y cambio de mente, recomiendo recurrir a la lógica con más frecuencia. También a quienes enfrentan a personas que carecen de esa disposición. Porque como en cualquier combate, entre mejor entiendo a mi rival, mejor será mi réplica. 





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