Mamá en tiempos de Covid

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No es que la pandemia haya llegado a tocar la puerta de casa para recordarle a cada madre lo que es ser mamá de tiempo completo, en mi caso pasó todo lo contrario. Soy mamá de María y Día y la pandemia llegó para confirmarme que antes de pensar en mis hijas, tenía que pensar en mí y ponerme en primer lugar. 

Sí, así como se escucha. 

Me puedo imaginar todo lo que pasa por tu mente: ¡qué egoísta madre!, ¿para qué tuvo hijas si no las quiere cuidar?, ¡esa madre solo piensa en ella!, y así una lista enorme de pensamientos relacionados a inseguridades y prejuicios absurdos. Esta crisis me hizo reflexionar que así como el mundo va girando y nuevas normas sociales surgen por todos lados, la idea de ser mamá no debería quedarse atrás. Necesitamos reinventarnos y dejar claro que tener hijas no significa dejar de ser mujer, y que tomar la decisión de serlo no nos pone en desventaja. 

Te pongo este ejemplo claro:  Una mujer que durante casi 40 semanas de su vida estuvo gestando un nuevo ser, que sufrió achaques y dolores de espalda, experimentó cambios drásticos en su cuerpo, sobrellevó desajustes hormonales y emocionales, concluye y empieza una nueva etapa en uno de los días más dolorosos y heroicos de su vida, pocas veces son reconocidas por tan apreciada labor, la hermosa labor de dar a luz. Yo te quiero preguntar ¿cuántas veces visitas a esa madre que recién parió, para honrarla, apoyarla y genuinamente saber cómo está tras ese épico momento? Por supuesto todo mundo quiere conocer al nuevo bebé, al nuevo adorable integrante de la familia, y no les culpo, ¿a quién no le da ternura un bebé recién nacido de cualquier especie? Pero ese día se centra en la llegada del bebé y hay poco reconocimiento para el esfuerzo de las mamás. Para mí desde ahí ya comenzamos en desventaja. 

Por supuesto que al ser madre nuevas tareas y responsabilidades surgirán, tú tiempo se acortará, tus horas recreativas disminuirán y tus momentos solitarios se abreviarán y no importa, todo eso se hace con amor, pero eso no quiere decir que dejaremos de ser seres individuales, no significa que nos olvidaremos de la mujer que está detrás de unos pechos llenos de leche materna. ¡Antes de ser madre somos mujeres! y ese derecho nadie puede quitárnoslo. 

Para poderles dar a nuestres hijes lo mejor, tenemos que estar de lo mejor. Así como nos preocupamos por el bienestar integral de elles tenemos que estar invirtiendo tiempo y energía supervisando nuestro interior,  buscando nuestro equilibrio y corrigiendo nuestros errores para así poder crecer junto a elles sanamente. 

Ser madre es o en un mundo ideal debería ser una decisión propia. Así como unas mujeres deciden ser abogadas toda su vida y concentrarse en su profesión hay otras que escogen ser financieras, dentistas, comerciantes, panaderas etc. y a la par ser madres. Todo se vale. 

Seguramente con la situación actual todo se ha vuelto mucho más difícil de sobrellevar en casa y más de una vez hemos llevado al límite nuestra cordura. Con tanta incertidumbre hemos pensado que nuestro futuro está atado a estar encerradas y que nuestra vida culminó, pero esto también pasará, a pesar de los múltiples colapsos emocionales, los tristes desalientos y las incontables crisis existenciales, saldremos siendo unas madres guerreras, unas mujeres mucho más fuertes y con vínculos más sanos con nuestres hijes si primero cuidamos de nosotras mismas.  

Irma Ochoa Álvarez

Nací en Ciudad Guzmán, tengo dos hermanos, uno mayor y uno menor. A los 12 años me vine junto mi familia a vivir a Guadalajara por el trabajo de mi papá. Siempre fui una niña muy inquieta, siempre estaba en la búsqueda, no es que no me gustaba seguir las ordenes si no que quería entender todos los “porqués” de la vida. A comparación de mis hermanos no fui la que obtuve cuadros de honor, ni diplomas por calificaciones destacadas cada mes. 

Crecí con un papá machista y una madre sumisa y desde ahí supe que la mujer se merece mucho más. Desde muy temprana edad supe el sabor de la injusticia y de la desigualdad por el simple hecho de ser mujer. No hay culpas para nadie,  esto va mas allá, que aún hay costumbres y cultura machista y retrógrada. 

Mi papá siempre fue el proveedor y mi mamá ama de casa. En ese sentido fui muy privilegiada por que nunca me faltó nada. Viajé, estudié en el extranjero y me gradué en las mejores escuelas. Poco tiempo después mi papá enfermó y murió a los pocos años. Hoy como madre se que el trató de darnos lo mejor, dentro de sus posibilidades. Como mujer le estaré eternamente agradecida por ser mi mejor maestro y mi más difícil desafío.

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