La Desigualdad y el Home Office

Ilustración - Fátima Ramos

Ilustración - Fátima Ramos

“Home Office suma 39 horas semanales de trabajo doméstico a mujeres” leo en el periódico digital Publimetro. Me sumerjo más en la nota… más y más datos alarmantes. Resulta que al estar en nuestras casas sumamos un mínimo de 4 horas de labor doméstica, mismas que no son remuneradas ni reconocidas por los empleadores como un factor de estrés y carga laboral. El 78% de las empresas, según este artículo, no han reconocido esta problemática ni han dimensionado la sobrecarga que sus empleadas han experimentado trabajando desde casa.


Mientras más leo la nota más me enojo. ¿Cómo es posible que ante una situación tan difícil sigamos siendo quienes TIENEN que poder con todo? Que sigamos siendo las principales cuidadores de los adultos mayores, a quienes se les adjudica la responsabilidad de la educación de los hijes, las labores domésticas, y encima de todo esto, luchar contra un ambiente laboral de pisos pegajosos y techos de cristal.


Sigo leyendo artículos relacionados y me encuentro uno de España:


“La cuarentena no es lo mismo para hombres y mujeres, sobre todo al momento de trabajar, ya que para ellas, las interferencias del trabajo a la familia son 9% mayores que las de los hombres, así como 20% de la familia al trabajo provocadas sobre todo por los hijos u otros dependientes; sin embargo los hombres son los que más se quejan de ser interrumpidos, revela el informe Mujer y trabajo en remoto durante la Covid-19 realizado por el Centro Trabajo y Familia del IESE.”

No me sorprende que sean ellos quienes lo “resienten más”…verse obligados a permanecer en casa, ver con sus propios ojos lo que implica administrar un hogar, dedicarle tiempo al cuidado de la familia, les hijes… y darse cuenta como es, de hecho, un trabajo más.

Sin embargo, ojalá fuera este experimento social un vistazo a la “realidad” y que esto ayudara a que tanto empleadores como padres de familia, novios, hermanos e hijos, se concientizaran de las desigualdades que vivimos la mujeres. El problema es mucho más profundo. La sobrecarga laboral es muy distinta dependiendo del privilegio y contexto en el que vivimos. La mujeres sin hijes, definitivamente, tenemos una gran ventaja. Las que podemos contratar a una empleada doméstica (un grupo especialmente vulnerable ante esta pandemia), así como cualquier otra mujer que goce de hobbies, haga deporte, no tenga que cuidar a un padre enfermo, o tenga la enorme ventaja de trabajar en un espacio donde se le apoye de alguna forma. Somos pocas las que podemos experimentar lo que podría parecerse a ser “hombre” en este mundo.


Desgraciadamente, la mayoría de las mujeres de este país está viviendo en condiciones preocupantes. Sí, aún más preocupantes que antes.


Leonor Quiroz, consejera nacional y delegada para la igualdad e inclusión de Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex),señaló que el coronavirus tiene un triple impacto para las mujeres: El primero son las desigualdades y la pérdida de empleos que ha dejado las afectaciones económicas de la emergencia del Covid-19; especialmente en sectores como el turismo, comercio y servicios, donde más mujeres colaboran. El segundo, es la disparidad de género que existe en México en materia de cuidados y labores del hogar, problema del que ya hablamos en los párrafos anteriores. Y el tercero, puntualizó es la violencia y hasta acoso sexual que sufren las mujeres en medio del confinamiento; cuyas denuncias van en aumento.

Para concluir, esta pandemia ha tenido consecuencias mayores en la salud mental y física de las mujeres y ha reafirmado algunas de las desigualdades más dolorosas y difíciles a las que nos enfrentamos: las de nuestra casa y nuestro trabajo. Esta “nueva normalidad” amenaza con disminuirnos, agotarnos y dejarnos débiles.

Paloma Ruiz & Fátima Ramos (Imagen)

Paloma Ruiz

Me llamo Paloma y tengo 29 años. Nací en la Ciudad de México y crecí en Puebla. Fui a una escuela Montessori y después a una de jesuitas aunque siempre he sido atea. Estudié en una universidad privada y he tenido la oportunidad de viajar a diferentes partes del mundo. Mi mamá (que siempre ha sido feminista, aunque de chica yo no lo sabía) se dedica a la política y mi papá (un hombre sensible y amoroso) a la informática. Tengo un hermano y muchos primos, así que crecí rodeada de hombres. A pesar de ser privilegiada por mi color de piel, nivel socioeconómico y orientación sexual, he sufrido discriminación y acoso por ser mujer, específicamente en el trabajo. Hace un par de años que colaboro en proyectos enfocados a la igualdad de género porque quiero mejorar mi vida y la de las mujeres a mi alrededor.

Fátima Ramos

Desde pequeña mi condición de mujer delimitó lo que tenía que hacer, después mi color de piel marcó otros límites y mi preferencia sexual otros más. Al principio, estos límites fueron paralizantes, después fueron las herramientas que me hicieron un ser crítico respecto a mi lugar en el mundo (probablemente de las mejores cosas que me han pasado) y al final, asumir que existen y que sí, me definen, me han hecho una persona empática y militante hacia el respeto de todes les persones. 

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